¿El Minotauro Guatemalteco?
En el folklore e imaginario popular guatemalteco existen múltiples leyendas, mismas que se comparten también en toda la región centroamericana entre otros países de la región, por ejemplo si hablamos de leyendas como la de "La llorona", en México y en la mayoría de nuestros países la conocen y la asocian con eventos del lugar.
Ahora el caso que abordaremos
presenta algunos matices diferentes, ya que es específica de Guatemala y en
lugar de tratarse de un ser fantasmal, se nos presenta a un monstruo físico.
Una aberración que es en parte toro y en parte humano, lo que nos hace recordar
al famoso minotauro de la mitología griega.
Más esto no sería muy diferente a
otros relatos legendarios a no ser porque el caso es recibido de una supuesta
testigo, quien dice haber sido parte de una comunidad protagonista de los
supuestos sucesos, incluso afirma haber visto con sus propios ojos al monstruo
cuando era una niña. Buscaremos transcribir y resumir el relato cambiando como
siempre algunos nombres para evitar asociaciones:
Sucedió alrededor de 1938, yo era
tan solo una niña de unos 5 o 6 años. En esos tiempos la comunicación no era
fácil entre las áreas rurales y la capital de Guatemala.
El país le hacía honor a su
nombre, pues era un "lugar de muchos árboles" y la mayoría en el
interior de la república se dedicaban a la agricultura y la ganadería.
Ese era el caso de mi padre,
Ponciano Robles*, un hacendado del área de Chimaltenango. Él era descendiente
de criollos, hijos y nietos de españoles quienes en una mezcla con la gente
local habían logrado conservar las tierras de los llamados "derechos de
conquista" generación tras generación hasta esos días.
Mi padre era un hombre de campo,
duro como las piedras, pero no así con sus trabajadores (todos ellos
indígenas), a quienes consideraba sus leales amigos, casi como su propia
familia.
Su empleado de mayor confianza
era Tocoy o "Tocoyón" como acostumbraba llamarle. Éste era un hombre
que se distinguía de los demás a razón de su gran estatura y fuerza, incluso
era más alto y robusto que mi papá, eso era ya decir bastante.
La vida en el campo para una
familia más o menos acomodada era muy buena y tranquila, y así lo era para
nosotros, hasta el día en que las cosas empezaron a cambiar...
Todo inició mientras mi padre y
"Tocoyón" realizaban sus rondas a caballo para supervisar los
jornales, de pronto divisaron un grupo de peones quienes hacían un gran
revuelo. Uno de los trabajadores había sido brutalmente asesinado.
Su espalda estaba quebrada como
si algo o alguien le hubiesen apretado con gran fuerza.
Mi padre descendió del caballo
entre enojado y triste, preguntando casi a ladridos acerca de cómo pudo haber
sucedido tal barbaridad. En esos tiempos lo crímenes no eran para nada
frecuentes.
En lengua maya los trabajadores
le respondieron que el responsable era <<Q'ajöy ij>> - "El
Tronchador" le tradujo "Tocoyón".
Luego de haber escuchado a que se
referían y la forma como describían al ser responsable del hecho, con cabeza de
toro y cuerpo de hombre, mi padre no quiso creerles, pensando que había sido
obra de algún animal salvaje al que tendrían que dar que caza antes que
siguiera matando gente.
Repartió armas de fuego entre sus
capataces indicándoles que si veían al supuesto "tronchador" o a
cualquier animal feroz le dieran muerte inmediatamente.
Pero las pérdidas humanas no
cesaron, en las haciendas vecinas empezaron a presentarse casos de peones
asesinados bajo las mismas características, incluso se reportaron
desapariciones de infantes en las aldeas que colindaban con los bosques. Esto
sin mencionar las muertes de animales domésticos y de granja.
El segundo caso acontecido en la
hacienda de mi padre fue el de Bartolo, un capataz, el que a pesar de estar
fuertemente armado corrió con la misma suerte.
El tema cobro tanto revuelo al
punto que La Alcaldía de Chimaltenango reunió a los hacendados y gente
prominente del pueblo, con el fin de buscar solución a lo que se había
convertido en una verdadera crisis.
La decisión a la que llegaron fue
la de organizar una cacería contra la bestia, reuniendo a varios grupos los que
rastrearían al tronchador con armas y perros.
Mi padre, siempre acompañado por
su guardaespaldas y amigo "tocoyón", entre otros de sus empleados
tenían a su cargo un grupo con días estipulados de búsqueda.
Luego de varios rastreos
infructuosos, una madrugada en la que mi papá no estaba de turno, los perros
empezaron a ladrar y se escuchó un tropel de caballos, - ¡Don Ponciano! ¡Don
Ponciano! gritaban en el patio delantero de nuestra casa patronal.
Era parte de una cuadrilla a la
que sí le había correspondido turno de búsqueda esa noche, los que gritando
anunciaba que se habían encontrado con el temible tronchador por lo que
cabalgaron a la hacienda más cercana, o sea la nuestra, en busca de refuerzos.
A pesar de los ruegos de mi
madre, papá se vistió como un rayo y salió con tres de sus capataces, a quienes
tenía más a la mano, dando órdenes para que buscaran "Tocoyón" y que
éste les alcanzase en un área cercana a una antigua finca ganadera que llamaban
"Hacienda de San Juan" lugar que hoy es más conocido como "San
José Poaquil".
Esa noche no había ni luna y
hasta las estrellas parecían haberse escondido detrás de unas nubes tan negras
las que parecían anunciar una desgracia.
Al rápido galope llegaron al
lugar dando alcance donde se ubicaba la primer cuadrilla, iluminando con
antorchas lograron divisar a varios hombres tendidos sin vida sobre la tierra
húmeda. Entre ellos yacía Don Pilar Bonilla, un hacendado vecino quien estaba a
cargo de ese turno de búsqueda.
Un bufido escalofriante se hizo
escuchar y los caballos escaparon entre relinchos.
Los regios hombres no lo hubieran
reconocido jamás, pero el miedo hizo presa de todos. En sus corazones
posiblemente palpitaba la interrogante de que si tantos hombres armados habían
sido inútiles ante la bestia. ¿Qué podrían hacer ellos ante el terrible tronchador?
Cuentan que mi padre les gritó:
¡Venimos a cazar a la bestia y es lo que haremos!... ¡Esto se acaba hoy!...
ordenándoles que se dirigieran en dirección del escabroso sonido.
Los grillos callaron, Un fuerte
olor se hizo notorio, como cuando un toro o búfalo está muy cercano. Entre el
movimiento de las matas y el crujir de ramas de árboles quebrándose, en la tenue
luz que se desdibujó una silueta que se erguía sobre sus dos piernas o
posiblemente patas traseras.
La intermitente chispeo de los
escopetazos hacía entrever una cabeza de toro con unos ojos chispeantes.
Uno de los hombres fue atrapado,
en un grito desesperado de último aliento el desdichado campesino dejó salir la
vida por su sangrante boca.
Los hombres volvieron a disparar,
para luego dispersarse, estaban huyendo pues ya habían atinado más de una vez y
la bestia no cedía ni siquiera un poco.
¡El tronchador! ¡El tronchador!
gritaban desesperados
Mi padre descargó su munición y
en la penumbra pudo ver como la cara de animal dirigía una furiosa mirada hacia
él.
No hubo tiempo de recargar, el
tronchador desarmó a mi padre de un fuerte golpe en el brazo.
Desenvainó su cuchillo de cazador
asestando en el estómago de la bestia con toda su fuerza, la sensación fue como
la de una hoja que se encaja en un duro cuero curtido.
El tronchador sujetó a mi padre
de ambos brazos levantándole del suelo apretándole con una fuerza descomunal la
que no tardaría en descoyuntarlo, tan cara a cara estaba con la bestia, que sus
fétidas babas resoplaban en la rostro de mi pobre progenitor, su suerte ya estaba
echada.
Un golpe seco de filo de machete
sonó sobre la nuca del tronchador.
¡Acá estoy patrón! - gritó
"Tocoyón".
La bestia mugió de dolor
liberando a mi padre, quien pudo ver como dirigía ahora su furioso ataque hacia
Tocoy, sin parecer importarle el machete que tenía clavado en la nuca.
Tocoy esquivó la embestida
tomando a la bestia por los cuernos, ubicándose en la parte posterior fuera del
alcance de los mortales brazos del feroz monstruo.
La bestia daba violentos coces y
bufidos terribles, corriendo desenfrenado golpeando a Tocoy contra árboles y
peñas de manera tan violenta que si hubiera sido otro y no el fuerte
"Tocoyon" ya estaría hecho trizas.
Mi padre quiso ponerse de pie
para ayudar a Tocoy pero el encuentro con el tronchador había cobrado su
precio, dejándole varios huesos y costillas fracturadas desplomándose al suelo.
En un último intento, mientras el
tronchador corría de nuevo hacia una peña, Tocoy logró desviarle la cara haciéndole
tropezar con lo que terminaron por caer ambos a un profundo barranco.
¡Tocoy No! - gritó mi maltrecho
padre - procurando incorporarse nuevamente, pero el dolor de las fracturas terminó por
desvanecerle.
"Tocoyon" y "el
tronchador" habían muerto.
A la bestia se le exhibió en La
Municipalidad de Chimaltenango, lo fuimos a ver con mi madre y mis hermanos a
pesar que mi padre nunca hubiera estado de acuerdo.
Ahora estoy cercana a los 80
años, pero sigo recordando muy bien como lucía el terrible tronchador, tenía la
figura de un hombre enorme que parecía estar usando una gran cabeza de toro
negro. En su cuerpo resaltaba heridas en su nuca y pecho, posiblemente alguna
piedra se le encajó en la caída.
Luego de todo esto, mi padre pasó
postrado durante largos días, enfermo y delirante. Algunos de los peones nos
decían que estaba luchando por recuperar su alma, la que el tronchador había
llevado a Xibalbá (el inframundo de los mayas).
En realidad yo lo que más creo es
que aparte de las heridas sufridas, la profunda tristeza de haber perdido a su fiel
amigo lo que dificultó su mejoría por tanto tiempo.
Al restablecerse, nunca volvió a
ser el mismo, estaba encorvado, su caminar fue muy diferente y hasta su mirada parecía
perdida y triste.
Al poco tiempo, decidió vender la
hacienda, dando parte a la familia de Tocoy y con el resto nos mudamos a la
capital, en donde la vida nos cambió por completo.
Antes de nuestra partida,
fragmentos de lo sucedido nos lo relataron los capataces que acompañaron a mi
padre en tan terrible suceso y la otra parte ante nuestra insistencia, a
refunfuñones y de mala gana nos la relató mi padre más de una vez pasados
algunos años, de cuando en cuando cambiaba algunos detalles, enojándose mucho y
regañando cuando alguno de nosotros le corregía o se burlaba de algún evento.
Para él fue algo muy serio y
triste, por lo que no le gustaba hablar mucho al respecto, manteniendo la firme
convicción hasta el día de su muerte de que los monstruos sí existen.
Poco a poco la historia se fundió
con la leyenda, la gente se olvidó de la familia Robles y también al fuerte
"Tocoyón" el verdadero héroe. El relató se transformó después en una
y mil formas distintas. Relacionando cualquier otro hecho similar al terrible
tronchador, el monstruo de Guatemala.
¿Historia
o Leyenda?... probablemente una fusión de ambas, existen quienes aducen la
teórica existencia del tronchador a una aberrante mezcla entre un hombre y una
res, otra explicación más lógica podría ser la un psicópata asesino que usaba
como una especie máscara o casco una gran cabeza de toro negro.
Los
recuerdos de la que entonces era una pequeña niña no son una prueba fehaciente para
establecerlo como un hecho y a razón de los pocos registros que existen
probablemente nunca se compruebe si en alguna parte los eventos fueron reales o
se trató de un relato adornado por los matices mágicos de los narradores de
cuentos.
Pero
sea de una u otro forma, un relato tan interesante como éste tenía que ser
parte de nuestro Sumario Insólito.
¿Habías
escuchado alguna vez la leyenda del tronchador? - cuéntanos cómo te la
relataron.
¿Hay
alguna historia similar en tu país? - Por favor compártela con nosotros.