domingo, 30 de agosto de 2015

El Tronchador



¿El Minotauro Guatemalteco?

En el folklore e imaginario popular guatemalteco existen múltiples leyendas, mismas que se comparten también en toda la región centroamericana entre otros países de la región, por ejemplo si hablamos de leyendas como la de "La llorona", en México y en la mayoría de nuestros países la conocen y la asocian con eventos del lugar.



Ahora el caso que abordaremos presenta algunos matices diferentes, ya que es específica de Guatemala y en lugar de tratarse de un ser fantasmal, se nos presenta a un monstruo físico. Una aberración que es en parte toro y en parte humano, lo que nos hace recordar al famoso minotauro de la mitología griega.



Más esto no sería muy diferente a otros relatos legendarios a no ser porque el caso es recibido de una supuesta testigo, quien dice haber sido parte de una comunidad protagonista de los supuestos sucesos, incluso afirma haber visto con sus propios ojos al monstruo cuando era una niña. Buscaremos transcribir y resumir el relato cambiando como siempre algunos nombres para evitar asociaciones:


Sucedió alrededor de 1938, yo era tan solo una niña de unos 5 o 6 años. En esos tiempos la comunicación no era fácil entre las áreas rurales y la capital de Guatemala.


El país le hacía honor a su nombre, pues era un "lugar de muchos árboles" y la mayoría en el interior de la república se dedicaban a la agricultura y la ganadería.


Ese era el caso de mi padre, Ponciano Robles*, un hacendado del área de Chimaltenango. Él era descendiente de criollos, hijos y nietos de españoles quienes en una mezcla con la gente local habían logrado conservar las tierras de los llamados "derechos de conquista" generación tras generación hasta esos días.


Mi padre era un hombre de campo, duro como las piedras, pero no así con sus trabajadores (todos ellos indígenas), a quienes consideraba sus leales amigos, casi como su propia familia.


Su empleado de mayor confianza era Tocoy o "Tocoyón" como acostumbraba llamarle. Éste era un hombre que se distinguía de los demás a razón de su gran estatura y fuerza, incluso era más alto y robusto que mi papá, eso era ya decir bastante.


La vida en el campo para una familia más o menos acomodada era muy buena y tranquila, y así lo era para nosotros, hasta el día en que las cosas empezaron a cambiar...


Todo inició mientras mi padre y "Tocoyón" realizaban sus rondas a caballo para supervisar los jornales, de pronto divisaron un grupo de peones quienes hacían un gran revuelo. Uno de los trabajadores había sido brutalmente asesinado.


Su espalda estaba quebrada como si algo o alguien le hubiesen apretado con gran fuerza.

Mi padre descendió del caballo entre enojado y triste, preguntando casi a ladridos acerca de cómo pudo haber sucedido tal barbaridad. En esos tiempos lo crímenes no eran para nada frecuentes.


En lengua maya los trabajadores le respondieron que el responsable era <<Q'ajöy ij>> - "El Tronchador" le tradujo "Tocoyón".


Luego de haber escuchado a que se referían y la forma como describían al ser responsable del hecho, con cabeza de toro y cuerpo de hombre, mi padre no quiso creerles, pensando que había sido obra de algún animal salvaje al que tendrían que dar que caza antes que siguiera matando gente.


Repartió armas de fuego entre sus capataces indicándoles que si veían al supuesto "tronchador" o a cualquier animal feroz le dieran muerte inmediatamente.


Pero las pérdidas humanas no cesaron, en las haciendas vecinas empezaron a presentarse casos de peones asesinados bajo las mismas características, incluso se reportaron desapariciones de infantes en las aldeas que colindaban con los bosques. Esto sin mencionar las muertes de animales domésticos y de granja.


El segundo caso acontecido en la hacienda de mi padre fue el de Bartolo, un capataz, el que a pesar de estar fuertemente armado corrió con la misma suerte.


El tema cobro tanto revuelo al punto que La Alcaldía de Chimaltenango reunió a los hacendados y gente prominente del pueblo, con el fin de buscar solución a lo que se había convertido en una verdadera crisis.


La decisión a la que llegaron fue la de organizar una cacería contra la bestia, reuniendo a varios grupos los que rastrearían al tronchador con armas y perros.


Mi padre, siempre acompañado por su guardaespaldas y amigo "tocoyón", entre otros de sus empleados tenían a su cargo un grupo con días estipulados de búsqueda.


Luego de varios rastreos infructuosos, una madrugada en la que mi papá no estaba de turno, los perros empezaron a ladrar y se escuchó un tropel de caballos, - ¡Don Ponciano! ¡Don Ponciano! gritaban en el patio delantero de nuestra casa patronal.


Era parte de una cuadrilla a la que sí le había correspondido turno de búsqueda esa noche, los que gritando anunciaba que se habían encontrado con el temible tronchador por lo que cabalgaron a la hacienda más cercana, o sea la nuestra, en busca de refuerzos.


A pesar de los ruegos de mi madre, papá se vistió como un rayo y salió con tres de sus capataces, a quienes tenía más a la mano, dando órdenes para que buscaran "Tocoyón" y que éste les alcanzase en un área cercana a una antigua finca ganadera que llamaban "Hacienda de San Juan" lugar que hoy es más conocido como "San José Poaquil".


Esa noche no había ni luna y hasta las estrellas parecían haberse escondido detrás de unas nubes tan negras las que parecían anunciar una desgracia.


Al rápido galope llegaron al lugar dando alcance donde se ubicaba la primer cuadrilla, iluminando con antorchas lograron divisar a varios hombres tendidos sin vida sobre la tierra húmeda. Entre ellos yacía Don Pilar Bonilla, un hacendado vecino quien estaba a cargo de ese turno de búsqueda.


Un bufido escalofriante se hizo escuchar y los caballos escaparon entre relinchos.


Los regios hombres no lo hubieran reconocido jamás, pero el miedo hizo presa de todos. En sus corazones posiblemente palpitaba la interrogante de que si tantos hombres armados habían sido inútiles ante la bestia. ¿Qué podrían hacer ellos ante el terrible tronchador?


Cuentan que mi padre les gritó: ¡Venimos a cazar a la bestia y es lo que haremos!... ¡Esto se acaba hoy!... ordenándoles que se dirigieran en dirección del escabroso sonido.


Los grillos callaron, Un fuerte olor se hizo notorio, como cuando un toro o búfalo está muy cercano. Entre el movimiento de las matas y el crujir de ramas de árboles quebrándose, en la tenue luz que se desdibujó una silueta que se erguía sobre sus dos piernas o posiblemente patas traseras.


La intermitente chispeo de los escopetazos hacía entrever una cabeza de toro con unos ojos chispeantes.


Uno de los hombres fue atrapado, en un grito desesperado de último aliento el desdichado campesino dejó salir la vida por su sangrante boca.


Los hombres volvieron a disparar, para luego dispersarse, estaban huyendo pues ya habían atinado más de una vez y la bestia no cedía ni siquiera un poco.


¡El tronchador! ¡El tronchador! gritaban desesperados


Mi padre descargó su munición y en la penumbra pudo ver como la cara de animal dirigía una furiosa mirada hacia él.


No hubo tiempo de recargar, el tronchador desarmó a mi padre de un fuerte golpe en el brazo.


Desenvainó su cuchillo de cazador asestando en el estómago de la bestia con toda su fuerza, la sensación fue como la de una hoja que se encaja en un duro cuero curtido.


El tronchador sujetó a mi padre de ambos brazos levantándole del suelo apretándole con una fuerza descomunal la que no tardaría en descoyuntarlo, tan cara a cara estaba con la bestia, que sus fétidas babas resoplaban en la rostro de mi pobre progenitor, su suerte ya estaba echada.


Un golpe seco de filo de machete sonó sobre la nuca del tronchador.

¡Acá estoy patrón! - gritó "Tocoyón".



La bestia mugió de dolor liberando a mi padre, quien pudo ver como dirigía ahora su furioso ataque hacia Tocoy, sin parecer importarle el machete que tenía clavado en la nuca.


Tocoy esquivó la embestida tomando a la bestia por los cuernos, ubicándose en la parte posterior fuera del alcance de los mortales brazos del feroz monstruo.


La bestia daba violentos coces y bufidos terribles, corriendo desenfrenado golpeando a Tocoy contra árboles y peñas de manera tan violenta que si hubiera sido otro y no el fuerte "Tocoyon" ya estaría hecho trizas.


Mi padre quiso ponerse de pie para ayudar a Tocoy pero el encuentro con el tronchador había cobrado su precio, dejándole varios huesos y costillas fracturadas desplomándose al suelo.


En un último intento, mientras el tronchador corría de nuevo hacia una peña, Tocoy logró desviarle la cara haciéndole tropezar con lo que terminaron por caer ambos a un profundo barranco.


¡Tocoy No! - gritó mi maltrecho padre - procurando incorporarse nuevamente, pero  el dolor de las fracturas terminó por desvanecerle.


"Tocoyon" y "el tronchador" habían muerto.

A la bestia se le exhibió en La Municipalidad de Chimaltenango, lo fuimos a ver con mi madre y mis hermanos a pesar que mi padre nunca hubiera estado de acuerdo.


Ahora estoy cercana a los 80 años, pero sigo recordando muy bien como lucía el terrible tronchador, tenía la figura de un hombre enorme que parecía estar usando una gran cabeza de toro negro. En su cuerpo resaltaba heridas en su nuca y pecho, posiblemente alguna piedra se le encajó en la caída.


Luego de todo esto, mi padre pasó postrado durante largos días, enfermo y delirante. Algunos de los peones nos decían que estaba luchando por recuperar su alma, la que el tronchador había llevado a Xibalbá (el inframundo de los mayas).


En realidad yo lo que más creo es que aparte de las heridas sufridas, la profunda tristeza de haber perdido a su fiel amigo lo que dificultó su mejoría por tanto tiempo.


Al restablecerse, nunca volvió a ser el mismo, estaba encorvado, su caminar fue muy diferente y hasta su mirada parecía perdida y triste.


Al poco tiempo, decidió vender la hacienda, dando parte a la familia de Tocoy y con el resto nos mudamos a la capital, en donde la vida nos cambió por completo.


Antes de nuestra partida, fragmentos de lo sucedido nos lo relataron los capataces que acompañaron a mi padre en tan terrible suceso y la otra parte ante nuestra insistencia, a refunfuñones y de mala gana nos la relató mi padre más de una vez pasados algunos años, de cuando en cuando cambiaba algunos detalles, enojándose mucho y regañando cuando alguno de nosotros le corregía o se burlaba de algún evento.


Para él fue algo muy serio y triste, por lo que no le gustaba hablar mucho al respecto, manteniendo la firme convicción hasta el día de su muerte de que los monstruos sí existen.


Poco a poco la historia se fundió con la leyenda, la gente se olvidó de la familia Robles y también al fuerte "Tocoyón" el verdadero héroe. El relató se transformó después en una y mil formas distintas. Relacionando cualquier otro hecho similar al terrible tronchador, el monstruo de Guatemala.



¿Historia o Leyenda?... probablemente una fusión de ambas, existen quienes aducen la teórica existencia del tronchador a una aberrante mezcla entre un hombre y una res, otra explicación más lógica podría ser la un psicópata asesino que usaba como una especie máscara o casco una gran cabeza de toro negro.

Los recuerdos de la que entonces era una pequeña niña no son una prueba fehaciente para establecerlo como un hecho y a razón de los pocos registros que existen probablemente nunca se compruebe si en alguna parte los eventos fueron reales o se trató de un relato adornado por los matices mágicos de los narradores de cuentos.

Pero sea de una u otro forma, un relato tan interesante como éste tenía que ser parte de nuestro Sumario Insólito.


¿Habías escuchado alguna vez la leyenda del tronchador? - cuéntanos cómo te la relataron.

¿Hay alguna historia similar en tu país? - Por favor compártela con nosotros.

 

domingo, 2 de agosto de 2015

UNA ECM NEGATIVA


RELATADA POR LA PROPIA PROTAGONISTA

Muchas veces hemos escuchado sobre las ECM o su significado: Experiencias Cercanas a la Muerte, los que son relatos de personas que por una u otra razón han fallecido por segundos, minutos o incluso horas y vuelven contándonos sus impresionantes experiencias.


En la mayoría de estos testimonios nos relatan experiencias positivas, en donde se presentan factores similares como lo son: el observar un “túnel de Luz”, o sentir una gran “sensación de paz” y… también el tener el deseo de no regresar…


Ahora el caso que a continuación expondremos dista mucho de tener estas características, por el contrario, se trata de una experiencia mucho más oscura y aterradora, narrada a nosotros por su propia protagonista. (No está demás aclarar que cambiaremos los nombres y situaciones para proteger su identidad y cualquier parecido a otra historia es pura coincidencia)


Irina (como le llamaremos) era como muchos, una latina que emigró hacia los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, luego de muchos años de permanecer en el país y de pasar muchas vicisitudes se había afincado  en la ciudad de Nueva York con Laurita, su hija de ocho años.



La situación de Irina no era sencilla, luego de un doloroso divorcio se encontraba en una condición muy inestable emocionalmente, misma que le condujo a una espiral descendente de libertinaje y desorden a pesar de sus obligaciones.





Un día, luego de sentirse mal, decidió hacerse una prueba de embarazo la que resultó positiva.



Esto no la detuvo durante los primeros meses continuó en su estilo de vida, pero al avanzar el tiempo los abusos le pasaron la factura.


El embarazo era de alto riesgo, tanto que al poco tiempo ya no podía sostenerse en pie. Como pudo llamó al 911 y cuando recuperó la conciencia ya iba en una ambulancia hacia un hospital del área.



En su cama de hospital solo pensaba en su pequeña hija, y qué había sido de ella, pero la fuerte fiebre y la debilidad no le permitían pronunciar palabra.






Las horas transcurrieron y cuando parecía que se había estabilizado, el desvanecimiento llegó a ella.

Estaba sola en la cama del hospital y en la ventana empezó a dibujarse una figura alta  y oscura.

 Asió a Irina de una de sus manos halándola hacia una oscuridad intensa…



Irina no podía resistirse, no tenía fuerzas… sintió en ese momento que el techo del hospital desaparecía. Y se elevaba por los aires arrastrada por la horrible figura quien le pronunció unas palabras aterradoras…



Luego pudo ver a mucha gente en situaciones de alta perdición y el ser volvió a hablarle…


Irina se sentía perdida, en ese momento solo podía pensar en que iba a ser de su hija. Al descender, todo se oscurecía, observando hacia abajo pudo ver un pequeño túnel de luz, donde su pequeña hija que le llamaba: “Mami, Mami… no te vayas, no me dejes sola”…

Irina rogó por una segunda oportunidad y sintió que algo le halaba por la parte del abdomen desprendiéndole de la fría mano del ser que le arrastraba.


Una tenue luz inició a aparecer, alumbrando poco a poco hasta que recuperó la conciencia…


Irina fue recuperando su salud, tomando los eventos como una segunda oportunidad, dando a su vida un giro completo. 


La vida aún presenta retos para Irina, y las cosas no siguen siendo fáciles, pero ahora las toma con una visión completamente distinta.


No sabríamos explicar las razones por las cuáles la experiencia de Irina fue negativa,  pero ella relata la situación con convicción y lágrimas en los ojos.


¿Una verdadera experiencia en el mundo espiritual? O…

¿Delirios de una alta fiebre que le llevaron a perder el conocimiento?

Tome Usted como lector su propia opinión según su criterio al respecto, pero las experiencias como la de Irina, también forman parte de nuestro Sumario Insólito.



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